De una hoja en blanco,
surgió un hilo en tecnicolor.
Parecía alambre en espino,
o caramelo dulce de chocolate.
Crecía, oscilaba, tanteaba.
Le sobrevolaban ciertas aves,
y pequeños peces le boqueaban
desde abajo, desde muy abajo.
Ocupaba un espacio incierto,
como por casualidad.
Pero todo el universo,
entero, complejo, expansivo,
pendía de él,
de su simplicísima esencia.
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