Tras la Guerra Civil española surgieron voces para proseguir el conflicto contra la URSS, a la que se culpaba de los males acaecidos. Con la victoria nacionalista, Falange se convirtió en el principal partido del régimen, y postulaba una revolución siguiendo las lineas del fascismo italiano y el nazismo alemán para convertir a España otra vez en una gran potencia. Pero Falange contaba con poco poder dentro del Estado, dominado por las fuerzas conservadoras tradicionales.
La alianza entre Hitler y Stalin puso difícil las cosas a los partidarios de unirse a Alemania, pues no podían admitir colaborar con el gran anticristo, y las celebraciones por la conquista de Polonia fueron tíbias. No ocurrió lo mismo con la derrota de Francia en mayo de 1940, enemigo tradicional de España, que provocó gran entusiasmo y presiones para entrar en la guerra y recuperar Gibraltar y partes del imperio africano francés.
La tensión crecía entre falangistas, católicos, monárquicos y conservadores. Los primeros se veían desplazados en la lucha por el poder, y su revolución postergada. Además, eran el objetivo de la crítica de los otros tres grupos citados, que querían que Franco cortara sus lazos con Alemania, con Falange y restaurara la monarquía.
Cuando Hitler invadió la URSS el 22 de junio de 1941, una fiebre inesperada, que ni siquiera tuvo paragón en Alemania, recorrió España. Grandes demostraciones se dieron en las principales ciudades, organizadas por Falange, y se pidió el envío de voluntarios para luchar. Con la memoria fresca de lo sucedido con la guerra civil, la creación de la División Azul contó con un masivo apoyo inicial.
La oportunidad de luchar contra Rusia era venganza por lo sufrido durante la Guerra Civil, ya calificada como cruzada por el Vaticano. De ahí el apoyo masivo de las clases sociales que habían apoyado el 18 de julio. España, la "primera en derrotar al comunismo", debía completar el trabajo ahora. El odio hacia el comunismo fue el principal motivo que llevó a los voluntarios de la Azul a alistarse. Muestra de ello es que, por más desprecio que inspiraran Francia y Gran Bretaña, jamás se formó una unidad de voluntarios españoles para luchar contra ellos.
"Blue Division Soldier 1941-45: Spanish Volunteer on the Eastern Front", Carlos Caballero Jurado
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