Esos feraces campos de naranjas,
en que ahora campan rancias ratas.
Qué tremendos procesos,
qué bizarras mutaciones,
o más bien,
cómo coño hemos hecho las cosas,
para coronar a estos monstruos.
Que no son sino símbolos,
muestras, síntomas,
de derrota, de retroceso.
Estos campos arrasados,
estos eriales de la inteligencia,
ya emocional, ya cartesiana.
El capitalismo de rostro humano.
La lucha continúa.
sábado, 14 de noviembre de 2009
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