miércoles, 28 de abril de 2010

Fósil, fútil

En 1926, dictadura de Jose Antonio Primo de Rivera, se proyectó la "nueva cárcel" de Zaragoza, que luego fue prisión provincial. Capacidad para 300 reclusos, separados por sexos, celdas para comunes y de castigo, capilla, enfermería, talleres y economato. Ocupaba superficie cuadrada y murada. Los pabellones, en estructura radial.
Construida en ladrillo visto, destaca su fachada principal, simétrica, con elementos tomados de la arquitectura medieval. El conjunto se integra en las corrientes historicistas con definición neomudéjar.
El P.G.O.U.Z. (13/VI/2001) y el Plan Especial de Reforma Interior (mayo de 2002), catalogaron para su conservación los pabellones de entrada por la Avenida de América (incluyendo la capilla)
.
La única zona de la histórica cárcel que se conserva por su interés arquitectónico es el edificio de acceso desde la avenida de América, si bien de las definiciones de "conservar" que pueden aplicarse al estado actual del edificio "conservado", sólo encuentro relación directa con esa que dice que conservar es "tener todavía una cosa". Efectivamente, Zaragoza "tiene todavía" lo que queda de su antigua cárcel provincial, aunque ni está "mantenida", la degradación natural de las cosas impide tal quimera, ni está "guardada con cuidado", porque no tiene noticia ni conoce ninguna inversión planificada a tal efecto. Se trata de otro ejemplo de conservación regresiva, fosilizada, formal en las formas, legal en el procedimiento, y degradante en la práctica, ilustrativo de esta democracia de baja intensidad.




No hay comentarios: