sábado, 17 de abril de 2010

Caronte

Al pasar la barca por el río Ebro
me dijo el barquero,
de nombre Caronte,
que pusiera más brío, hombre,
que no protestara tanto,
que los pontoneros no estaban,
y había que cruzar remando.
Malhumorado, taciturno,
tal vez por lo monótono de la ocupación.
Aherrojado y anclado a férrea disciplina,
a oxidada obediencia debida.
Popular guía en este tránsito constante,
ya por castigo, ya por propia voluntad,
de una ribera a la otra,
de Monzalbarba a Alfocea.
Ir y volver, una y otra vez.
Óbolos, si muertos, o bolos, si vivos.
Que todo fluye: las economías,
las vidas, las repúblicas.
Que los ejércitos, permanecen.

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