jueves, 5 de noviembre de 2009

La Edad de la Razón

Cuentas ya varias decenas de anillos, y alguno de ellos es grueso, como la grasa que se acumula en tu corazón y que un día te cobrará ciertos intereses acumulados.
El paso de las estaciones te ha dejado recuerdos de un bagaje que, o bien llevas contigo, o bien has extraviado.
Sólo pareces acordarte de los golpes recibidos, como si tus directos no hubieran noqueado una buena relación de nombres que voluntariamente has inmerso en tu olvido.
Unas cuantas veces has querido resetear, aun sabiendo que esto no funciona así, y así apenas faltan unos pocos días de calendario, de esos que pasan como por ensalmo, para convencerte de que no hay más fuelle, de que se acabó el carbón, de que no hay más cera que la que arde.
Están entrando en el territorio de los adioses que ya no son hasta luegos.
Miras al cielo, azul, y todavía la luna se inclina un poco a la valenciana.
Corre esa brisa fresca que invita al abrigo leve, al calor relativo.
Y compruebas que la noche se echa encima.

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