Más de la mitad de los estadunidenses ven favorablemente al movimiento Tea Party. Las quejas son legítimas. Durante más de 30 años, los ingresos reales de la mayoría de la población se han estancado o declinado mientras las horas de trabajo y la inseguridad han aumentado, junto con la deuda. La riqueza se ha acumulado, pero en muy pocos bolsillos, llevando a una desigualdad sin precedentes.
Con todo derecho, la gente quiere respuestas, y no las está recibiendo salvo por parte de voces que dicen cuentos sólo creíbles si se ingresa en el mundo de la irracionalidad y engaño.
Sin embargo, ridiculizar las argucias del Tea Party es un grave error. Es más apropiado comprender qué hay detrás del atractivo popular del movimiento, y preguntarnos por qué gente justamente enojada está siendo movilizada por la extrema derecha y no por otro tipo de activismo constructivo.
Los que simpatizan con el Tea Party están escuchando que toda institución, gobierno, corporación y las profesiones, está podrido, y que nada funciona. Y los demócratas no se pueden quejar. Ronald Reagan y sus sucesores republicanos quizá hayan sido los peores culpables, pero las políticas empezaron con Jimmy Carter y se aceleraron con Bill Clinton. Durante las elecciones presidenciales, los principales electores de Barack Obama fueron las instituciones financieras, que han conquistado un dominio notable sobre la economía desde la generación pasada.
Ese incorregible radical del siglo XVIII, Adam Smith, hablando de Inglaterra, dijo que los principales arquitectos del poder eran los dueños de la sociedad –en su día, los mercaderes y los fabricantes– y ellos se aseguraban de que la política gubernamental atendiera escrupulosamente a sus intereses, por más doloroso que resultara el impacto para el pueblo inglés; y peor aún, para las víctimas de la salvaje injusticia de los europeos en el extranjero.
No habrá escasez de tareas para quienes intentan presentar una alternativa a la furia y la equivocación mal dirigidas, ayudar a los incontables afectados y encabezar el avance hacia un futuro mejor.
Sin embargo, ridiculizar las argucias del Tea Party es un grave error. Es más apropiado comprender qué hay detrás del atractivo popular del movimiento, y preguntarnos por qué gente justamente enojada está siendo movilizada por la extrema derecha y no por otro tipo de activismo constructivo.
Los que simpatizan con el Tea Party están escuchando que toda institución, gobierno, corporación y las profesiones, está podrido, y que nada funciona. Y los demócratas no se pueden quejar. Ronald Reagan y sus sucesores republicanos quizá hayan sido los peores culpables, pero las políticas empezaron con Jimmy Carter y se aceleraron con Bill Clinton. Durante las elecciones presidenciales, los principales electores de Barack Obama fueron las instituciones financieras, que han conquistado un dominio notable sobre la economía desde la generación pasada.
Ese incorregible radical del siglo XVIII, Adam Smith, hablando de Inglaterra, dijo que los principales arquitectos del poder eran los dueños de la sociedad –en su día, los mercaderes y los fabricantes– y ellos se aseguraban de que la política gubernamental atendiera escrupulosamente a sus intereses, por más doloroso que resultara el impacto para el pueblo inglés; y peor aún, para las víctimas de la salvaje injusticia de los europeos en el extranjero.
No habrá escasez de tareas para quienes intentan presentar una alternativa a la furia y la equivocación mal dirigidas, ayudar a los incontables afectados y encabezar el avance hacia un futuro mejor.
Noam Chomsky
http://www.jornada.unam.mx/2010/11/07/index.php?section=opinion&article=030a1mun
No hay comentarios:
Publicar un comentario