Si es dinero, es poder económico, y si es poder, requiere de la política institucionalizada para aparentar lo que no es, para encauzar los problemas sociales y desviarlos de otros problemas que no sean sí mismo, para mantener durante todos y cada uno de los días de la semana laboral la tensión pivotando sobre sí mismo, y para convertirse en centralidad social absoluta los fines de semana.
Quien habla de fútbol es porque piensa en fútbol, y quien eso hace, deja de hablar, de pensar, en todo lo demás. Es mejor que esto pase, opinan quienes llevan las manijas de las cosas, que emplear el tiempo en cosas más comprometedoras, como informarse, leer, aprender, comparar, debatir. Porque todo eso si está relacionado con fútbol, se potencia, se alaba. Si no, no. Leer prensa deportiva es informarse. Leer un semanario social es politiqueo. Debatir horas y horas en un bar sobre si Pichincho es mejor que Botajevic, sanea la sociedad. Debatir sobre el incremento de tropas en Afganistán, es prerrogativa del Gobierno.
"Los nacionalistas son malos, menos los míos", reza en casi todas las banderas del planeta, y eso no es menos en las banderas del fútbol, en las banderías, aficiones, peñas, etc. Semanal forma de encauzamiento de los nacionalismos, de forma que quien mete un gol más, es mejor, aunque el que pierde no pierda esperanza en, dentro de dos días, en el siguiente partido, ser él el ganador.
Y así se pasa la vida, tan callando sobre todo lo demás.
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