La planificación económica no la hacen hoy en día los representantes surgidos de las elecciones, ha sido abandonada en manos de los bancos centrales “independientes”, quienes actúan como lobistas de bancos comerciales que venden su producto: deuda. Desde el punto de vista de los bancos centrales, el “problema económico” es cómo mantener solventes a los bancos comerciales y a otras entidades financieras en una economía post burbuja; cómo pueden éstos cobrar deudas, el volumen de las cuales está más allá de la capacidad de pago de muchas gentes de a pie.
Y la respuesta es que los acreedores sólo pueden cobrar a costa de la economía. El excedente económico subsistente tiene que ir para ellos, no para la inversión de capital, no para la contratación laboral, no para el gasto social.
Tal es el problema de la óptica financiera. Es miope y cortoplacista: es predatoria. Ante la disyuntiva de intervenir los bancos para promover la economía, o destruir la economía para beneficiar a los bancos, los bancos siempre optarán por la segunda alternativa. Y lo mismo los políticos subvencionados por los bancos.
Si el sector financiero sólo puede rescatarse recortando el gasto social en Seguridad Social, atención sanitaria y educación y con más ventas privatizadoras, la gran pregunta es: ¿vale la pena? Sacrificar de este modo la economía violaría los valores sociales de equidad y justicia de la mayoría de la gente, los valores profundamente arraigados en la filosofía de la Ilustración.
Este es el problema político. ¿Cómo pueden persuadir los banqueros a los votantes para que aprueben eso en un sistema democrático? Es necesario orquestar y manipular sus percepciones. Su miseria ha de pintarse con los colores de lo deseable, como un paso ineludible hacia la prosperidad venidera.
Michael Hudson
http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3444
Y la respuesta es que los acreedores sólo pueden cobrar a costa de la economía. El excedente económico subsistente tiene que ir para ellos, no para la inversión de capital, no para la contratación laboral, no para el gasto social.
Tal es el problema de la óptica financiera. Es miope y cortoplacista: es predatoria. Ante la disyuntiva de intervenir los bancos para promover la economía, o destruir la economía para beneficiar a los bancos, los bancos siempre optarán por la segunda alternativa. Y lo mismo los políticos subvencionados por los bancos.
Si el sector financiero sólo puede rescatarse recortando el gasto social en Seguridad Social, atención sanitaria y educación y con más ventas privatizadoras, la gran pregunta es: ¿vale la pena? Sacrificar de este modo la economía violaría los valores sociales de equidad y justicia de la mayoría de la gente, los valores profundamente arraigados en la filosofía de la Ilustración.
Este es el problema político. ¿Cómo pueden persuadir los banqueros a los votantes para que aprueben eso en un sistema democrático? Es necesario orquestar y manipular sus percepciones. Su miseria ha de pintarse con los colores de lo deseable, como un paso ineludible hacia la prosperidad venidera.
Michael Hudson
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