En Mesopotamia, la religión sumeria era producto de una cultura neolítica, agrícola, y se fundamentaba en cultos propiciatorios de la fertilidad. Para lograrla, se centraba en un culto a la fuerza fecundadora que fue simbolizada en el toro.
Los sumerios representaban esa simbología otorgando pares de cuernos a figuras antropomorfas con las que identificaron a sus dioses. Con ello daban a entender que esas divinidades poseían la fuerza fecundadora de un toro, la máxima capacidad para generar el universo y la vida.
Al dios Enlil se le calificaba de “Toro Poderoso”. Al dios Enki se le llegó a representar como un Toro apareándose con el Río, para simbolizar que gracias a su poder fecundador y generador de vida se obtenía la fertilidad de los ríos.
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